Australia se hace con el liderato en el partidazo de la jornada

Francia 98-100 Australia

Francia y Australia se veían las caras. Dos selecciones de las que se está hablando poco pero que cuentan sus partidos por victorias, dejando por el camino a Lituania, Puerto Rico, Alemania o Canadá. El partido, lejos de ser un duelo de trámite entre dos clasificados matemáticamente, enfrentó a dos estilos contrapuestos, dos maneras de entender el baloncesto que sólo tienen en común su resistencia a la derrota y con el premio de evitar a USA en cuartos y continuar el viaje por el lado “amable” del cuadro. Lo cual tampoco está mal.

Duelo de estilos

Así, Australia dió el primer golpe, en las manos de Patty Mills, pero fue de tanteo. Pronto se vio a qué quería jugar cada uno, y nadie se sorprendió. Australia apostó por un baloncesto rápido, a base de continuos picotazos, atacando desde fuera y con un movimiento intenso sin balón. Siempre buscando al tirador libre. Esto le proporcionó una ventaja de 6 puntos nada más comenzar, pero Francia también tenía un plan. 

Los europeos juegan a otra cosa. No parecen haber sucumbido a la revolución del triple y los espacios, sino que siguen practicando un baloncesto más clásico y no estaba dispuestos a ceder ante el empuje rival. Trataron de bajar ritmo al encuentro y sin precipitarse lanzando a canasta. Se hacen fuertes en su pick&roll, a veces incluso comenzando lejos de la línea de tres para ganar oxígeno y carrerilla. Cuelgan el cartel de “prohibido jugar a la pelota” en la zona de las esquinas y no tienen miedo a dañar desde la media distancia. Poco a poco, sin hacer ruido y sin que parezca que están, aún cuando ni siquiera se ha ido. En cuanto Australia se encasquilló y falló un par de tiros, los franceses ya estaban por encima. Sin que casi nadie se diera cuenta. Con Ntilikina desatado aprovechando cada espacio que le proporcionaban los bloqueos y Batum cogiendo responsabilidades, dieron la vuelta al marcador.

La reacción de los de verde llegó de la mano de Joe Ingles con dos triples casi seguidos que encontraron respuesta en otro de De Colo desde la esquina. El primer triple francés de todo el partido (segundo intento) llegó cuando ya se habían cumplido 8 minutos de juego. Las propuestas de cada uno estaban claras y descubiertas sobre el tapete. El final del primer cuarto dejaba un marcador igualado, 24-23 a favor de los pupilos de Collet pero, lo que no sabíamos todavía, es que se trataba de un anticipo de lo que sería el partido. Porque los descansos, ya fuera entre cuartos o mediante tiempos muertos servían para coger aire y poco más. Partido sólo hubo uno, sin cambios. Poder a poder de principio a fin.

Fournier y Gobert al rescate

Con esas llegó el segundo cuarto y Fournier tomó los mandos del ataque francés. Entró en racha y, nueve puntos suyos después, sólo las faltas pudieron pararlo y mandarlo al banquillo. Era demasiado pronto para sacrificar reinas. Faltas que, por otra parte, fueron bastante discutidas por su equipo dando un puntito más de tensión a un partido en el que la intensidad iba creciendo por segundos. Cada centímetro de espacio era codiciado y los jugadores padecían de hiperactividad por momentos. Escenario este que Australia agradecía, deseosa de dar marcha al baile, pero que Francia interpretó bien. No se dejó llevar y siguió atacando sin precipitaciones, pero subió su velocidad de movimientos y pensamiento.

Lo que sí sufrió Australia fue el efecto Gobert. Con el partido cada vez en el ritmo que le gusta, la velocidad de piernas con la que rompían la primera línea francesa (muy atenta a puntear) se encontraba súbitamente con un muro bajo aros al que no estaban dispuestos a enfrentarse. Su plan era otro. Y vimos varias jugadas en que, a mitad de penetración, los exteriores (principalmente Patty Mills) se frenaban para dar el balón a algún tirador. Esto provocó algunas pérdidas que fueron aprovechadas por sus rivales, los cuales se posicionaron en el polo opuesto: cero pérdidas francesas al descanso. Sin embargo, lo que unos ganaban por un lado, los otros lo compensaba por otro. Y la verticalidad australiana encontró su premio en faltas rivales y puntos desde la línea de tiro libre.

Máxima igualdad, sin parciales grandes a favor de ninguno, con Fournier y Mills dando un espéctaculo secundado por De Colo, Batum e Ingles. Hasta que, mediado el tercer cuarto, llegó el intento de revolución francesa. Con cinco puntos arriba, los exteriores galos olieron la sangre y se permitieron incluso el lujo de desmelenarse y correr. Alcanzaron así una ventaja de 9 puntos y pusieron en jaque a los oceánicos que Mills rompió con un triple… que no valió. Una falta a favor de su equipo jugó esta vez en contra y debieron sacar de banda sin que valieran esos tres puntos. Australia pasaba por sus peores momentos, pero no acertaron los franceses a dar el golpe de gracia. Y si concedes un respiro a tu rival, será este el que te ahogue a ti. Primero Ingles y luego Mills con sendos triples devolvieron el partido a su lugar. Bueno, casi. Porque lo que sucedió a continuación fueron segundos de confusión en los que se acumularon las pérdidas hasta que Fournier puso calma con otro triple. Resultado parcial de 73-67 y todo en su cauce.

Reacción australiana

Baynes se sumó a la fiesta, como no, lejos de un aro en el que Gobert asustó más que jugó y Australia respondía sumando de tres en tres cada vez que Francia trataba de alejarse de nuevo. Hasta el punto de que, de nuevo tras varias imprecisiones, Australia se colocaba 5 puntos arriba faltando 5:20 para la conclusión. El caos le venía bien, pero De Colo calmó ánimos. Anotó a aro pasado y cerró un parcial que devolvió a Francia el liderato en el marcador tras un triple de Foulquier y una canasta de Albicy, vital en el último cuarto. Baynes respondió de tres y además desquició a Gobert, el cual se fue expulsado por cinco faltas. Quedaban 29.5 segundos y el marcador lucía un empate a 96 que reflejaba a la perfección el baloncesto mostrado en la cancha.

Dellavedova, que prácticamente no había aparecido en el partido, fue a por su capa de súperhéroe. Anotó los tiros libres y, después de que Francia volviera a empatar, forzó una nueva falta. De nuevo a la línea con empate y con tan sólo 5.7 segundos por jugar. La estocada podía ser mortal, pero no era su día y falló el segundo. No debió encontrar la capa o la tendría a medio lavar. Para más inri, hubo falta en el rebote a favor de Francia, que tras el tiempo muerto se encontraba sólo uno abajo y sacando de banda en campo rival. Pero apareció entonces el auténtico súperhéroe: 30 puntos, 2 rebotes y 3 asistencias más tarde, Patty Mills robó el balón decisivo y dio el triunfo a su equipo. Una falta sobre Creek faltando 9 décimas, redondeó el resultado, metiendo uno de los tres tiros que tuvo y dejando el luminoso en 100-98 para la selección aussie.

Acabó así un partido que hizo justicia con los vencedores e injusticia con los vencidos, que reafirma lo que llevamos viendo estas semanas: dos equipos de los que se habla poco y juegan mucho, que deben temer cualquiera que quiera alzarse con el trono. Un partido en el que los 31 puntos, 6 rebotes y 4 asistencias de Foulquier, los 26 de De Colo, los 21+5+2 de Baynes o los 23 de Ingles, junto la magia de un Mills inmenso, dejaron un espectáculo enorme, de los que hacen que el espectador disfrute cada segundo. Partidazo.